Las migraciones son una de las grandes y oscuras realidades de la globalización. Unas veces por motivos económicos, otras por la guerra, la discriminación o la injusticia, buena parte de la humanidad vive desplazada, con consecuencias personales y comunitarias, psicológicas, laborales, económicas, religiosas y sociales. Afecta a millones de seres humanos en todo lugar, ya sean países de salida, de tránsito o de llegada. Plantea desafíos que la Iglesia asume y afronta con espíritu de caridad.
El emigrante es una persona en duro trance: sus raíces quedan en el aire, acosado por nostalgias, necesitado de dignidad, trabajo y reconocimiento, lejos de la familia, el entorno social y cultural, la lengua; llega sin dinero y a veces, sin una situación legal reconocida, a un país extraño. Y se encuentra con la indiferencia, la incomprensión, la frialdad y en ocasiones la explotación, los prejuicios y la exclusión social.
El trabajo de los Agustinos Recoletos con los migrantes es amplio. En Estados Unidos se trabaja mano a mano con los hispanos tanto en el área de Nueva York y Nueva Jersey, como en la frontera de Texas-Chihuahua como en California; en este último lugar, además hay grandes bolsas de inmigrantes filipinos, samoanos, coreanos o vietnamitas. En las parroquias encuentran hogar, consuelo, ánimo y asesoramiento legal, entre otras cosas.
En Londres también se trabaja con los inmigrantes latinoamericanos; y en Madrid con los inmigrantes chinos; en ambos casos por medio de capellanías nacionales propias.
ORACIÓN
Señor, Padre nuestro, para quien nadie es extraño, porque nadie está alejado de tu protección; mira con piedad a los prófugos y exiliados, a los segregados y a los que buscan mejor vida, así como a sus hijos dispersos por el mundo; concédeles el retorno a la patria, la vida digna y plena; y a nosotros danos un amor como el tuyo para con los pobres y los desterrados.
Por Cristo nuestro Señor.
Contribuimos con nuestro carisma a la comunión. Estamos dispuestos a permanecer y a ir donde la Iglesia nos necesite, y a servirla, especialmente entre los más empobrecidos (PVM, II. Visión 3).